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Una razón más para protegernos del sol
Se acerca la temporada estival y todos estamos deseando que lleguen esos días de merecido descanso tras un invierno triste y largo. Nuestra imaginación se traslada a esa playa paradisiaca que vamos a conocer, a la urbanización de la costa a la que vamos todos los años, o al pueblo de nuestra niñez, en el que pasamos las largas tardes de estío asilvestrados por las eras sin nada más que hacer que disfrutar del sol y jugar con los colegas.
Pensamos en meter en la maleta todo lo que necesitamos, los pantalones cortos, el bañador, las chanclas, la toalla, el libro, y como no, el protector solar.
¡Por supuesto! Todos tenemos mucha información de los estragos que la radiación solar puede causar en nuestra piel: eritema, quemaduras, arrugas, foto envejecimiento y, como no, los temidos melanomas y carcinomas que aparecen en todos los artículos con los que los profesionales de la salud os bombardeamos constantemente, pero más en esta época.
Todos sabemos ya lo qué hay que hacer y cómo hay que hacerlo, otra cosa muy distinta es que lo hagamos, o que lo hagamos bien: la elección del fotoprotector, la forma de aplicarlo, las repeticiones según el grado de exposición solar y nuestro fototipo etc… seguro que, ahora que te paras a pensarlo, algo falla en tu técnica, y si no es cierto, ¡enhorabuena! te envidio, en la mía siempre falla algo: pongo poca cantidad, repito pocas veces o ninguna, me lo extiendo mal.
Quiero en este artículo darte una razón más para que el fotoprotector forme parte de tu rutina cosmética todos los días del año: el sentido común.
¿Te parecería lógico ducharte con productos agresivos, rascarte una picadura hasta hacerte una abrasión, o poner la mano en la placa cuando cocinas y quemarte? No, es una locura, nadie se dedica a dañar un órgano de su cuerpo de forma voluntaria.
Pues eso es exactamente lo que hacemos cuando no nos protegemos de la radiación solar: dañar el órgano más grande de nuestro cuerpo: la piel.
La piel es el órgano que nos pone en contacto con el medio externo, pero a la vez es el que nos protege de él. Sus funciones son muchas, y muy importantes: a través del sudor mantiene la temperatura, controla las sensaciones a través de los terminales nerviosos, al estar muy irrigada es un gran reservorio de sangre, sintetiza substancias como la vitamina D necesarias para nuestro organismo, es una barrera física frente a agentes vivos como algunos patógenos, nos protege de determinados traumatismos, aloja en sus capas más externas gran cantidad de células inmunitarias, mantiene la hidratación de nuestro cuerpo, cosa muy importante porque somos agua en un 70% y tantas otras funciones vitales para el ser humano.
Mantener intacta la función barrera de la piel, el órgano que nos conecta con la vida…. ¿no te parece una buena razón?
Nuestro cuerpo envejece y los agentes externos como tabaco, el sedentarismo, la contaminación y, por sobre todo, la mala alimentación, aceleran este proceso. Los encargados de frenar esta tarea son los antioxidantes.
Llevar una alimentación sana y hacer ejercicio son las pautas más importantes para llevar a cabo una vida saludable. Para estar bien por fuera hay que comenzar cuidándose por dentro.
Las vitaminas son sustancias químicas no sintetizables por el organismo, o lo que es lo mismo, que nuestro cuerpo no las produce por sí mismas. Son indispensables para la vida, la salud, la actividad física y cotidiana, e imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestro organismo, y que ingeridas de forma equilibrada promueven el correcto funcionamiento fisiológico.